Él no se miente. Observa e interpreta la verdad con dichosa facilidad.
Caminando por la playa, por una vereda, o un pasaje.
El observador es un caminante por excelencia. No hace camino, y no deja huella; el caminante sólo observa.
Pueda ser un niño a quien mire, un cielo, o a sí mismo. Recorre lo escencial y lo embellece con música: música para el caminante, música para el omnisciente observador.
Todo toma y pierde sentido en cuanto el caminante así lo presienta: nada más puro y determinante en su vida, que el mostrarse a sí mismo lo dulce y lo amargo de su propia existencia, la existencia del caminante, del observador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario