Si todos fuésemos inmortales, nadie hablaría de Dios.
Y es que nadie quiere hacerse cargo de su vida, ni de sus preguntas más esenciales.
Es más fácil culpar de todo lo existente a un desconocido milagroso.
Si existe un Dios: no tiene ni túnicas, ni barba, ni tampoco se raja con rondas de vino barato.
De hecho Dios es más un humano que un dios. Se cansó al 7° día, como se cansan los hombres. Se le perdieron los tortolitos del paraíso y quedó la cagá, porque no era omniprescente, como los hombres, ubicuos. En fin, hay más ejemplos de falibilidad. Buen blog, estimado.
ResponderEliminar